Hoy tuve mis 10 minutos de reflexión bajo el sol. Y me di cuenta que todo está bien, muy bien. No es que antes haya estado mal pero ahora está todo excesivamente bien. Casi como para sospechar. Pero todo cuaja perfectamente y forma un equilibrio perfecto. Quien hubiese pensado que estas maravillas de la vida me las da Dios por haberme hecho gorda y machona de chiquita. Sí es así, sufriría mi infancia una y otra vez.
Lo único que espero que este cambio repentino en mí perdure y no ahuyente a la cosa peluda que entró
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